En el 162° Aniversario de la muerte del General Don José de San Martín rendimos homenaje al Padre de la Patria, con éste artículo de Carlos Horacio Bruzera.
17 de
agosto de 1850, a las 3 de la tarde, hora de Francia, a orillas del Canal de la
Mancha, en la ciudad de Boulogne – Sur – Mer, en el departamento de Pas de
Calais, en la República de Francia, moría el general José de San Martín, a
orillas del mar, como queriendo volver.
El Libertador,
ante los disturbios provocados por la Revolución de París, que instaurarían la
Segunda República, busco distancia con su familia.
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General Don José de San Martín |
Debió
ser doloroso para el general dejar, alejarse de su querida finca de Grand
Bourg, situada a 7 kilómetros de París sobre el Sena, donde había pasado
hermosos días de bucólica serenidad rodeado de sus hijos, sus dos nietas y su
perrito “Guayaquil”.
Así,
vigilante de la seguridad familiar, el
16 de marzo de 1848, la familia San Martín de instaló en Boulogne – Sur
– Mer.
Vendería
Grand Bourg convencido de no regresar,
curiosamente, el 14 de agosto de 1849.
La
familia alquiló los altos de la casa situada
en la Grand Rue, número 105, propiedad del abogado Alfred Gérad , quien
se desempeñaba como director de la Biblioteca Pública de la ciudad, y que
habitaba la planta baja del edificio.
San
Martín y Gérad, cultivaron una amistosa relación, hilvanada por la afición
mutua a los libros.
A
principios de junio viajó para pasar una
temporada, a las termas de Enghien, en cercanías de Paris, tratando de
hallar alguna mejoría en sus males.
Algo
repuesto, el viejo general regresó a Boulogne – Sur – Mer a fines de julio.
C´est l´orage qui mene
au port.
Comenzaba
“la tempestad que lleva al Puerto”,
según anunciara el mismo el 6 de agosto.
Rodeado
de Mercedes, su yerno, nietas, de su médico el doctor Jordan, el viejo guerrero
expiró ese día de verano, de agosto de 1850, a las 15 horas de París.
El abate
Haffreingue prodigó a la enlutada familla sus benévolas atenciones.
El
cadáver fue embalsamado y permaneció en la Grand Rue hasta el 20. Ese día, a
las 6 de la mañana, partió el pequeño cortejo que se dirigió en primer lugar a
la iglesia barrial de San Nicolás, donde se ofició un responso.
Continuó
la procesión hasta llegar a la basílica de Notre Dame de Boulogne, donde lo
esperaba el abate Haffreingue, quien luego de una bendición póstuma, condujo el
cortejo hasta la cripta, donde gracias a su intervención, reposaría inicialmente en la capilla de la misma el cuerpo del Libertador.
La
iglesia donde descansaría por espacio de 11 años el señor de San Martín, era
para la época, un templo en construcción, en estilo renacentista, edificado por
iniciativa de mismo abate, sobre los
ruinas de una iglesia medieval, al llamado de un imperativo de fe que el religioso dijo haber recibido.
Lograda
la aprobación episcopal, se inició la reconstrucción en 1827, finalizando la misma en 1879,
por lo que estaba a medio
construir al momento del deceso del Libertador.
Allí
permaneció el cuerpo de San Martín hasta 1861.
Ese
año, fallecía su nieta primogénita,
Mercedes, en Brunoy.
Fue
deseo de la familia Balcarce que la joven y el general unieran sus memorias en
un panteón familiar que se construyó en
el cementerio de Brunoy, pequeña población
de la Isla de Francia.
A los
dos días de la muerte de José de San Martín. Gérad publicó en el diario
“L´Impartial”, un artículo necrológico en el que decía:
El señor de San Martín era un lindo anciano de elevada
estatura, que ni la edad, ni la fatiga, ni los dolores físicos habían podido
doblegar. Sus rasgos fisonómicos eran muy expresivos y simpáticos, su mirada
viva y penetrante, sus modales llenos de afabilidad. Su conversación, fácil y
jovial, era una de las más atractivas que he conocido.
En
Buenos Aires, la noticia de la muerte
del general José de San Martín, llegó el 4 de noviembre de 1850.
El
escrupuloso José Manuel Beruti anota en sus “Memorias”:
En el “Diario de Avisos” del 4 de noviembre de 1850 de
Buenos Aires, día lunes, dice lo
siguiente: “don José de San Martín murió en una ciudad de Francia el 17 de
agosto. El vencedor de Chacabuco y Maipú, el héroe que escaló los Andes y asomó
su rostro guerrero para llevar su enseña de independencia a las repúblicas del Pacífico, duerme en la
tumba ya. Esa existencia que no pudo extinguir el peligro del combate, se dobló
tranquila ante el soplo irresistible del destino. El árbol robusto que produjo
frutos sabrosos para los pueblos libres se tornó en encina que derribó la suave
brisa, carcomida ya por el tiempo. Las nobles reliquias del héroe descansan
embalsamadas por los laureles que llevan al sepulcro y cubiertas por la
gloriosa bandera de Pizarro”
A
orillas del mar que distanciaba su destino, instantes antes de morir y
dirigiéndose a su hija Mercedes, confesó su cansancio y adelantó su única y gloriosa derrota:
Esta es la fatiga de la muerte.
Ocurrió
una tarde de verano, en el 105, de la Grand Rue.
Miércoles
15 de agosto de 2012, en Buenos Aires.
Carlos Horacio Bruzera
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