Un saludo inicial...

¡Queridos camaradas y amigos...!!!


Poco menos que adolescentes, percepciones y paridad en la visión de la sociedad, y con el impulso de la vocación de servicio, cual conexión espiritual, nos llevó a las puertas de la Escuela de Gendarmería.


Allí nos conocimos, allí compartimos la alegría de la vida responsable, severa mas recta y capáz de edificar y cimentar la condición y la conducta, que a la postre nos constituiría en Oficiales de Gendarmería Nacional.

Cuando el ideal -que jovenes nos llevó a presentarnos- y la realidad (50 años vividos) se realizan, es porque un Ser Superior los entrelaza.


Este espacio será el ámbito donde podremos revivir en plenitud nuestra personalidad de Gendarme Argentino, donde podremos expresarnos y vivificar nuestra sangre, rememorando las vivencias que atesoramos en la memoria.


Este saludo es proposición y llamado y -es probable-que el sosiego, la serenidad que brindan los años vividos nos permitan poner a la vista reflexiones oficiosas y prácticas, o quizás de interés...



¡Marchamos a los 50 años...!!!



"RECORDAR ES EL ARTE NO SOLO DE RETENER LO GOZADO, SINO DE RECREARLO CADA VEZ MÁS PURO..."
(Hermann Hesse)

Sylvie Vartan - Si je chante...

Imágenes de la Promoción XXI - Gendarmería Nacional

Curupaytí

martes, 31 de julio de 2012

"Errar es humano, por Orlando R. Denegri

ERRAR HUMANO ES......, aunque ridículo...

Esta es otra anécdota de las tantas que todos y cada uno de nosotros
habremos vividos......, y en las que, algunas, no salimos bien parado.

En 1.995 me tocó desempeñarme como Director de la Escuela "Grl M. M.
de Guemes"...... Ese año, la Superioridad había decidido que el Curso
Básico de los SSOO de la Ec Superior, se desarrollara a distancia y
que en las últimas semanas de noviembre, los Oficiales cursantes,
Primeros Alfereces y Alfereces, sean "concentrados" en la Escuela,
para que rindieran de manera presencial, los exámenes finales.

Recibida la orden, se adoptaron las medidas pertinentes para prever el
alojamiento, racionamiento, lugares de estudios y preparación de las
aulas para cumplir con su cometido, ya que el Instituto debía seguir
con las actividades normales para con los Cadetes.

Llegado el día de la presentación de los SS OO, los mismos me fueron
presentados por el Jefe de Curso, a quien secundaban otros oficiales
de la Escuela Superior, responsables de dirigir y supervisar esas
actividades académicas. Con las formalidades de estilo se efectuó la
presentación, respondida con el pertinente saludo de mi parte.....; de
un rápido "golpe de vista" observo que "alguien" no efectuó el "saludo
militar" dentro de la formación constituida por una centena de
Oficiales. De inmediato le "llamo la atención" con frases al estilo de
"si había olvidado los aspectos reglamentarios"...... a lo que me
responde mostrandome el brazo que "carecía de la mano derecha" y que,
obviamente, lo inhibia de cumplir con tal formalidad......

Pero ese hecho, infortunado de mi parte, no quedó solo ahí...... Días
después, salgo de mi despacho a recorrer la Escuela y le comento a mi
Ayudante de ir al Pabellón Enseñanza a verificar las actividades de
los SSOO cursantes. Paso recorriendo las aulas donde se rendía exámen
y en una de ellas, luego de la presentación del "bedel" y el
intercambio de palabras sobre la materia que estaban rindiendo, el
tema que desarrollaban, el profesor de la materia,.... en fin....,
temas relacionados con las circunstancias...., observo que sentado en
un pupitre de la última fila, "alguien" no estaba escribiendo.....,
nuevamente mi observación preguntandole.... ¿¿ Y usted, por qué no
escribe....., no preparó la materia...., desconoce el tema..?? ...., a
lo que el Señor Oficial me responde ¡¡¡ Soy el que le falta la mano
-mostrandomela nuevamente- y estoy esperando que el profesor me llame
para rendir oral...!!!!........ Al momento instuí que era una de las
situaciones más ridículas que me ha tocado vivir y tuve la certeza de
que, si bien no se escuchó ningún comentario, todos los cursantes
"habían hundido el rostro" en la hoja donde escribian y estarían
haciendo un gran esfuerzo para no soltar la risa por semejante
gags.....

De esta anécdota, pueden dar fe los SSOO cursantes del Básico de 1995,
los Oficiales de la Ec Superior y mi Ayte, alli presentes...... y el
Señor Oficial causante de mi infortunio.

Como moraleja, aunque ya grandes, podría rescatar que "la prudencia
nunca es tardía para repensar situaciones, antes de emitir juicios
valorativos apresurados que nos conduzcan irremediablemente al
ridículo...".


Este artículo enviado por el Cte Grl (R) D Orlando Rigoberto Denegri, podemos publicarlo hoy merced a su buena disposición para volver a escribirlo. Es que no lo había archivado en su PC...
Por acá no pudimos localizarlo y debimos requerirlo nuevamente.
Gracias Orlando

La "Escuela..." (vídeo)


jueves, 26 de julio de 2012

Fotos con historia... Rosario, 1965

Fotos con historia...



Colonia Cano (Formosa)
Gendarmería se hace cargo de funciones que cumplía la Policía de Territorios Nacionales.
El Jefe de la Subunidad es el primero de la izquierda, padre de un distinguido camarada que nació allí, en esos pagos payagüaes, inscripto su nacimiento en Formosa (capital), donde funcionaba el Registro Civil
1945

Fotos con historia...

En la Jungla...
Urs, a la derecha...(?)

Rostros conocidos en natación...
Ferriño alegre; Gomecito, en apresto...

lunes, 23 de julio de 2012

Minivacaciones...

¿Dónde está tomada ésta foto...?
¡No le digas Polonio...Que adivine...!!!





"Expedición a Salta..."




"El que espera desespera..."

Pero finalmente llegaron las fotografías para publicar y compartir en nuestro blog, merced al ompromiso tomado espontáneamente por nuestro querido camarada Jorge Heriberto del Tránsito Sevilla. El acaba de enviar por correo electrónico las imágenes que ahora publicamos.
Hace un par de semanas, como estábamos enterados, viajaron a las tierras de Güemes, Vicente Nazar y Fernando Rencoret. Pudieron, como era el anhelo, volver a pisar la Plaza 9 de Julio, el Cabildo, el Monumento a Güemes, la Catedral..., las peñas...y visitar y saludar a gente importante que está radicada en esa  ciudad.
Visitaron a Tito Rabaglia,, que en su casa y siempre acompañado por la querida Pipa, los invitó a cenar. Allí, la alegría del reencuentro los hizo perder la cuenta de lo que comieron y bebieron y aunque todos son hombres muy sobrios, sabemos que saborearon  ricos vinos salteños para acompañar el asado y tomaron champaña.
Ahora agregamos unas fotos que llamamos Galería I:


Fernando Rencoret, Tito Rabaglia y Pipa


Tito Rabaglia, Turquito Nazar y Fernando Rencoret, en un bríndis por el reencuentro y por todo...

Solo le falta el caballo con guardamonte y el sombrero...
Es un verdadero Centauro de Güemes...

Salta La Linda...

Salta

En la próxima irá Galería 2, con las fotos restantes.

sábado, 21 de julio de 2012

"Entre Azucenas y Albahacas..."

José R. Bergallo, aquel abogado santafecino que arribó a Formosa en los años nacientes de la Gendarmería Nacional, pudo conocer profundamente la vida y costumbres de ese territorio. Juez Letrado, magistrado que atendía todos los fueros en esos años pioneros, dejó un libro "Pilcomayo Abajo" que apelando al lenguaje de marketing literario actual, fue un verdadero "best seller" regional. 
"Pilcomayo Abajo" es un compendio de historias lugareñas, personajes con usos y costumbres que hoy no sería tarea fácil hallarlos, ni siquiera en la profundidad de los montes. Pero éste episodio con sintético relato nos muestra rasgos típicos de esos hombres y mujeres de allí, como el repentismo jocoso.  No pocos pobladores del Territorio de Formosa,de entonces,  estaban dotados de esas expresiones, tanto los que culturalmente estaban impregnados de sus ascendientes de origen guaraní, como los que habitaban el oeste de esa región, con otras costumbres y perfil. 

"ENTRE AZUCENAS Y ALBAHACAS"

"En una de esas fiestas populares realizadas en Pozo del Tigre, Bandonor Carabajal se halló con la mujer Rafaela Saravia que había sido su amante en otros tempos.
Y como el carbón que ha sido brasa, fácil se vuelve a encender, al comprobar Bandonor que la dama se encontraba aún muy apetitosa, sintió súbitos deseos de volver a reanudar aquellos viejos y felices amores...
Decidido a insinuarse, sacó a Rafaela a bailar un "Gato", y en el momento de largar la relación,  tanteó el terreno con estos versitos:

" Entre azucenas y albahacas
¿qué tal anda "su cosiaca"? "

Ella, barajó en el aire la intención de la frase, pero como en ausencia de él había tomado nuevo marido, se vió obligada a desahuciarlo, respondiéndole:

"Entre albahacas y azucenas,
ya "mi cosiaca" es ajena..."


20 de Julio de 2012 - Promoción XXI Almuerzo Día del Amigo - Buenos Aires

jueves, 19 de julio de 2012

LAS LOMBRICES DE MARTÍN GARCÍA, por Martín Plomo

Los “rollos” de marmelero, de cedro… sobre la plataforma de cansados camiones atravesaban longitudinalmente la ciudad por la Ruta Provincial 18. Ora ascendiendo una cuesta lentamente, ora bajando casi convertidos en bólidos hasta estabilizar la velocidad después. Este paisaje típico de la “selva” misionera era un cuadro de la vida cotidiana en Eldorado.
Pescador del Paraná
Para los inexpertos como yo las historias de pescadores eran casi incomprensibles. Se hablaba de Manguruyú, Surubí, Dorado y otros peces típicos del Alto Paraná, de su longitud, peso, del comportamiento cuando mordían el anzuelo; unos eran casi mansos, otros que luchaban con braveza exigiendo al pescador el alarde de su máxima fuerza y destreza para no perder la pieza o cortar el hilo de nylon; qué importante era la carnada y la forma de “encarnar”, los iniciados conocían cada paso, cada elemento que debían usar.
 Un vecino del Escuadrón 10 “Eldorado” era el “Gringo” Lapchuk. Periódicamente dejaba el aserradero por un par de semanas y se tomaba unos días de “minivacaciones” para estar en su casa, con la familia. Todos los días enganchaba su lanchita de pescador a la camioneta y se dirgía al río Paraná y siempre pescaba unos hermosos surubíes, que gustaba compartir con sus amigos de la Jefatura de Unidad. Muchas veces, fuimos  invitados a acompañarlo pero no disponíamos de horas libres para salir de pesca. No obstante,  en una oportunidad pude acompañarlo, sin tener conocimientos mínimos siquiera  de pesca, pero Lapchuk era un “capo”, siempre tenía por lo menos dos cañas de muy buena calidad, carnada, comida, bebida, todo; me entregó una caña que ni siquiera tuve que arrojarla, él hizo toda la operación y me la entregó no sin antes indicarme que debía estar atento al hilo, a la caña…, observar si se movía de alguna forma que indicara el “pique”.
Fue emocionante percibir un suave movimiento que hizo doblar levemente el extremo de la caña, a lo que el “Gringo” me indicó ¡Dale, recogé el reel, con cuidado pero rápido para que no vaya entre las piedras del lecho del río…!!! Cuando asomó el pescado resulto un hermoso ejemplar de Manguruyú, que en la balanza marcó 35 Kg. En ese momento me sentí un triunfador aunque nunca más repetí la experiencia.
Cuando le comenté a mi Jefe, que desde hacía tiempo venía preparándose para hacer una excursión al río Paraná, sin pérdida de tiempo hizo llamar a un suboficial de escalafón adicional, que se encargaba, entre otras tareas, del serpentario, era el encargado de alimentar las víboras con roedores que él sabía donde obtenerlos… Cuando Martin García se hizo presente, con el Jefe, después de saludarlo se desarrolló éste diálogo:
Lombrices "Bravas" de Martín García
J:  ¡Vea Martin García, el fin de semana próximo iré de pesca y necesito acondicionar la lancha y mi equipo de pesca para lo que necesito su colaboración, porque me han dicho que quien más conoce de esta cuestión es usted…!!!
MG: Sí mi comandante, tengo experiencia sobre el particular. Es que soy misionero y de la zona de Eldorado, conozco el monte, el río, los caminos…
J: Le quiero pedir que me consiga unas lombrices grandes, gordas, las mejores para ir de pesca porque de eso depende mucho el resultado. Usted ya sabe.
MG: Sí mi comandante, yo le conseguiré las lombrices que usted necesita y estoy seguro que no fallará y tendrá un día de pesca excepcional con las lombrices que solo yo sé donde conseguirlas. Pero antes de ir a buscarlas me gustaría saber si usted quiere las comunes, las mansas o prefiere las otras, las bravas…

Fotos con historia...

Sección "YAVI"
Escuadrón 21 "LA QUIACA
(Juan Carlos Vaquer y Benito Palomo)

Cadetes 1964

Cadetes
Escuela de Gendarmería
1964

Milicias, delito y control estatal en el Chaco (1884-1940) - Parte II

4. Las características del delito
    Aunque el propósito de este trabajo es destacar las políticas instrumentadas desde el ámbito local y nacional para el mantenimiento del orden público, para llevar a cabo este objetivo es preciso aludir -aunque sea brevemente- a los principales problemas que en tal sentido afectaron a la sociedad territoriana. No se trata de hacer una crónica de los episodios que jaquearon al sistema, sino en todo caso, tipificar genéricamente las diferentes modalidades delictivas que se dieron en diversas épocas, evaluar su impacto en la sociedad, y señalar las reacciones que en cada etapa se generaron al respecto. Por tanto, el análisis admite una primera subdivisión temática, ya que se trata de dos problemas diferentes; uno es el que concierne a los delitos contra las personas, y otro es el referido a los delitos contra la propiedad.
    En el primer caso y durante la mayor parte de la época territoriana los delitos más comunes y también los que se dieron en mayor porcentaje fueron las agresiones y los homicidios, sin desestimar desde luego al abuso sexual, que aunque frecuente, es difícilmente evaluable ya que no era habitual su denuncia dadas las máculas que conllevaba para la mujer en la sociedad de entonces. Aunque también se podría incluir aquí el delito de privación ilegítima de la libertad (como el secuestro), que también se dio en este ámbito, su registro es tardío en la vida del Territorio y aparece asociado a la acción de bandas armadas. En cuanto a los dos primeros tipos de delito debe señalarse que como principales causales se conjugaron tres aspectos a tener en cuenta: la ignorancia, el entorno, y la permisividad en la libre portación de armas. La ignorancia propiciaba, sobre todo en el ámbito rural, que la menor diferencia de opiniones derivara en un pleito, y que éste culminara casi siempre en la agresión física. Las discusiones, riñas por ebriedad, el juego, o disputas sentimentales fueron moneda corriente en el contorno semicivilizado del Chaco rural. A esto debe agregarse que, en tiempos de cosecha, la gran afluencia de recolectores golondrina hacía que se agruparan en las chacras donde el alojamiento se daba en galpones en condiciones sumamente promiscuas, lo cual provocaba irremediablemente conflictos de convivencia.
    El homicidio era en la mayoría de los casos una consecuencia natural de estas escaramuzas, porque la mayoría de los hombres circulaban armados, ya que el Código Rural lo autorizaba en su artículo nº 253. Sin duda influía también en este hábito la inducción ejercida desde los periódicos locales, donde aparecían regularmente grandes avisos ilustrados con armas de fuego, en los que se puntualizaban sus virtudes y se incitaba a su adquisición esgrimiéndose razones de defensa personal.(
8) Pero además en el ámbito rural, el cuchillo, daga o facón constituía parte esencial de la vestimenta de cualquier labrador, y el rebenque, fusta o látigo un accesorio imprescindible para desempeñar las tareas de campo. Llegada la ocasión, estos instrumentos se usaban casi sin vacilación para la defensa personal, porque salvar el honor era cuestión prioritaria. Y en este sentido, cabe destacar que las venganzas por conflictos previos fueron causa de un importante porcentaje de homicidios, ya que al parecer, las ofensas no se olvidaban con facilidad. Los partes policiales de las tres primeras décadas del siglo XX referidos a homicidios, suelen comúnmente encabezar la información diciendo :"...Por resentimientos anteriores se enfrentaron..., y en el hecho se produjo la muerte de uno de los contendientes..." , toda una evidencia de que para esta época la antigua costumbre del duelo aún no se había diluido, aunque en este ámbito se lo practicaba espontáneamente y sin mayores formalidades.(9)
    Es indudable que la libre portación de armas configuraba una de las causas más importantes de los hechos de sangre, a tal punto que en las estadísticas de 1934, entre las principales causas de muerte en el Territorio figuran en primer lugar la bronconeumonía, seguida de la tuberculosis, y en tercer término la muerte producida por heridas de arma de fuego.(
10) El problema alcanzó tal gravedad en determinado momento que el gobernador José Castells (1933-38) se propuso limitar el derecho de portar armas, por cuanto entendía que para los tiempos que corrían eran innecesarias las licencias que concedía el Código Rural, y estaba probado que esto implicaba excesos que terminaban casi siempre en hechos de sangre.(11) Este gobernador se concentró además en otro punto, que consistía en tratar de prevenir los desórdenes y riñas en el interior del Territorio, si tener que aumentar por ello los recursos policiales.
    Desde el anterior gobierno de Juan Vrillaud (1932-33) se observaba en las estadísticas que casi la totalidad de las peleas y homicidios se producían los sábados en los boliches y bailes del interior, a consecuencia en gran medida del alcoholismo. Por tales razones se puso en marcha una campaña en donde se impondría el sistema del
 "Sábado Inglés" , por el cual se prohibía la apertura de locales ese día, como así también el expendio de bebidas alcohólicas en quermeses, bailes y clubes.(12) Estas medidas se complementaban además con la prohibición de carreras de caballos, riñas de gallos, juegos de taba, naipes, como así también una severa vigilancia en las "casas públicas" (prostíbulos), por policías que deberían estar "estrictamente uniformados" , sin excepción.(13)
    En los documentos se advierte que para la toma de estas decisiones influyó la entonces imperante
 "Ley seca" en los E.E.U.U., aunque aquí no ocasionaría ni los beneficios ni los trastornos que produjo en el país del norte, sencillamente porque el Chaco no contaba con infraestructura policial para ejercer estos controles, y porque además, los mismos agentes transgredían las normas, como puede comprobarse en la documentación oficial de la época.
    Ahora bien, pese a lo expuesto, no debe medirse la situación con parámetros actuales y pensar en una generalizada indefensión de las personas respecto a su integridad. Los delitos descriptos, si bien ostentaban tasas muy altas en proporción al número de habitantes, éstas no eran extensibles a los ámbitos urbanos. Estos delitos se daban esencialmente en el contexto rural y específicamente, dentro de un determinado segmento social. Por ejemplo, para 1934, en que por primera vez se realizan estadísticas confiables al respecto, se contabilizan 167 homicidios en el Chaco sobre un total general de 533 delitos contra las personas en ese año. Las cifras revelan que la mayoría de los casos se produjeron entre los meses de enero a julio, es decir el período de zafra algodonera, donde la afluencia de cosecheros era mayor. Allí se tienen los picos más altos, con 26 muertes en el mes de mayo, mientras que en septiembre ocurrieron sólo cuatro.
    De la misma manera, el mapa de los homicidios revela que los mismos se cometieron en las áreas circundantes a los centros algodoneros más importantes, como Sáenz Peña y Quitilipi, por ejemplo. A su vez, el 83,8 % de estos homicidios fue cometido por jornaleros y agricultores, lo cual confirma que este tipo de delito se producía como directa consecuencia del tumultuoso frenesí de la cosecha.(
14)
    Sin llegar a creer que las medidas enunciadas anteriormente tuvieron un cumplimiento efectivo, ya que los problemas descriptos continuaron subsistiendo, luego de los picos máximos registrados en 1935 puede advertirse que el porcentaje de delitos contra las personas se mantuvo relativamente estable y con tendencia a la disminución, sobretodo teniendo en cuenta su relación con el incremento demográfico.(
15) De todas maneras, los delitos contra las personas no parecieron constituir una cuestión excesivamente preocupante para las autoridades, dado que entonces se asumía casi como algo natural que éstos ocurriesen dentro del componente social y el contexto en que se producían.
    Sin embargo, los delitos contra la propiedad merecieron una mayor atención dados los intereses que afectaban y las repercusiones que tenían en la prensa local. Este tipo de delitos excedía el marco de un determinado estrato social y perjudicaban obviamente a personas o empresas que tenían cierto patrimonio y/o algún grado de influencia. Además, las dimensiones que llegaron a adquirir algunas prácticas harían que tanto las autoridades locales como nacionales tuviesen una participación más activa en los intentos de solución al problema. Para hablar sobre los delitos contra la propiedad es preciso referir fundamentalmente las modalidades que tuvieron mayor relevancia en función de sus efectos, y sobretodo, una vigencia más prolongada en el Territorio. En tal sentido pueden destacarse dos: El abigeato, y el asalto armado cometido por bandas organizadas.
    Respecto al delito de abigeato, no se lo puede circunscribir a un período determinado dado que fue un problema de carácter permanente en el Territorio. Pero en particular desde finales de la década de 1910 en adelante, esta práctica adquirió mayor intensidad al aumentar el número de cabezas como directa consecuencia de la creación de varias colonias pastoriles y la instalación de grandes establecimientos ganaderos.(
16) El abigeato se vio facilitado, además, por la precariedad de las mensuras, parcelamientos, deficientes o inexistentes alambrados; la ambigua legislación imperante en materia de marcas y señales, y fundamentalmente la práctica de la ganadería extensiva, que originó la formación de grandes rebaños, muy difíciles de controlar en su totalidad. Los partes policiales revelan la constancia del flagelo en la mayor parte de la época territoriana, desde faenas de pocos animales en pleno campo, hasta el arreo organizado de cientos de cabezas que usualmente tenían como destino las provincias limítrofes de Santa Fe y Santiago del Estero. La ineficacia o venalidad policial, y la anuencia o en ciertos casos, directa participación de las autoridades gubernamentales en los hechos, facilitó la comisión de este delito hasta llegarse a niveles escandalosos. El tristemente célebre gobierno de Enrique Cáceres (1917-1920) fue un ejemplo elocuente de la connivencia organizada para la ejecución de estas actividades. Los relatos de viajeros son, a su vez, ilustrativos de la magnitud del problema, tal como lo atestigua el mayor Da Rocha en un pasaje de su libro escrito en 1931:
"...En cuanto al cuatrerismo, es curioso consignar lo que ocurre en el territorio del Chaco, y que me ha sido referido: Allí los cuatreros operan en bandas hasta de diez o más individuos; llegan a un establecimiento en pleno día, armados hasta los dientes. Proceden a recoger la hacienda que se les viene en gana en las propias narices del propietario, impotente para resistirlos so pena de perder la vida. Llegan al colmo de encerrar los animales en los propios corrales del asaltado, procediendo allí a apartar tranquilamente lo mejor para llevar...
Estas operaciones tardan hasta dos y tres días, durante los cuales y después de desarmarlos, mantienen encerrados al dueño y a los peones que tuviere. Igual suerte corre todo aquel que sin estar enterado de los acontecimientos que se desarrollan se aproxima a las casas...
La retirada la efectúan tranquilamente, quedando dos o tres compinches, quienes vigilan a los prisioneros hasta que calculan que el arreo ya está tan alejado que no se lo podrá alcanzar...
Como podrá apreciarse, nuestros cuatreros del sur son unos niños de pecho comparados con estos caballeros..." (Da Rocha, 1937:30)
    El combate al abigeato por tanto, se inició mas bien por parte de los sectores privados interesados antes que por la acción oficial, que impotente aún en los períodos más voluntariosos, se adhería a las demandas y terminaba acompañando los ensayos de solución que en tal sentido proponían los ganaderos. Buena parte de las quejas se canalizaron a través de la prensa y de las entidades inherentes a la actividad, como por ejemplo la Sociedad Rural del Chaco. En el primer caso, fue el diario La Voz del Chaco el que más promovió frontal y sostenidamente una campaña eficaz contra el cuatrerismo ya desde 1917 y proliferaron los editoriales que se destinaron al asunto.(17) También fueron varias las propuestas realizadas desde la institución rectora de los ganaderos en el Chaco.
    Las mismas -que no se sugerían por primera vez- hallarían mejor predisposición durante el mandato del gobernador Gustavo Lagerheim (1938-41), quien además de ser un importante ganadero estaba estrechamente vinculado a la entidad, ya que había sido su presidente en períodos anteriores. Concretamente se pidió al gobernador un mayor control sobre mataderos, carnicerías y acopiadores de cueros, donde debían exigirse los certificados de procedencia, sanidad, y guías de los juzgados de paz. De la misma forma debería controlarse también el otorgamiento de boletas de marcas y señales, que se concedían
 "con demasiada liberalidad" .(18) Sin que se sepa si estas medidas tuvieron cumplimiento efectivo, debe destacarse que Lagerheim fue uno de los gobernadores que más se preocupó por el tema dados los intereses que representaba, y como también lo demuestran las varias resoluciones que adoptó al respecto.
    De todos modos, este problema sólo encontraría un principio de contención a finales de la década de 1930, cuando los escuadrones de la recientemente creada Gendarmería Nacional ejercieron un control más cerrado en las zonas rurales, y una vigilancia más estricta en las vías de comunicación del Territorio.
    Pero sin lugar a dudas, el problema de mayor relevancia que afrontó el Chaco en lo concerniente a actividades delictivas, fue el de la actuación de bandas organizadas dedicadas a los asaltos y secuestros, tal vez no tanto por los daños producidos, sino por las repercusiones que tuvieron sus actos en los medios de comunicación locales y nacionales, y por la sensación de inseguridad general que provocaron. La formación y actuación de bandas armadas en el Chaco fue un fenómeno propio de la década de 1930 y, además, contemporáneo a lo que ocurría en otros Territorios Nacionales en esta misma época. Básicamente pueden atribuirse sus causas más directas, a las ventajas que ofrecían estas dilatadas extensiones territoriales para la práctica de tales actividades, es decir a la precariedad de las vías de comunicación y, sobre todo, a la escasez o incapacidad de las policías locales. Por otro lado, y en el caso concreto del Chaco, el intenso movimiento de capitales y la escasa estructura y cultura bancaria, obraron como alicientes decisivos para la actuación de determinado tipo de bandas. No resultaba sorprendente -como hemos visto- el accionar de ellas en delitos relativos al cuatrerismo por ejemplo, dado que para estas operaciones siempre fue necesaria una mínima organización para arrear numerosas cabezas de ganado, y era algo habitual en los Territorios Nacionales.
    Lo que surgía como extraordinario era que estas organizaciones apareciesen ahora profesionalizadas, con armamentos modernos en algunos casos y dedicadas a delitos específicos que evolucionaron desde el salteo en los caminos; a los asaltos tipo comando a grandes comercios, empresas, industrias, establecimientos ganaderos y forestales, Bancos, trenes; y hasta secuestros extorsivos en una etapa de mayor perfeccionamiento. Estas bandas promovieron a su vez el encumbramiento de bandoleros que adquirieron según sus incursiones, renombres legendarios, y mantuvieron en vilo a las poblaciones e impotentes a las policías territoriales. En el sur del país, el más fiel exponente del bandolerismo en estos años fue Juan Bautista Bairoletto, quien asoló por más de veinte años los Territorios de La Pampa, Río Negro y el sur de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza. En el Chaco, coexistieron varias bandas que se dedicaron al cuatrerismo, al pillaje o al salteo; algunas de actuaciones efímeras, otras organizadas ocasionalmente, y sólo unas pocas con una trayectoria continuada.
    Al comando de éstas, se hallaron jefes de diverso carácter y mentalidad; muchos de ellos fueron maleantes vulgares, malvivientes rudimentarios que trascendieron temporalmente nada más que por su mera crueldad. Otros en cambio, sobresalieron por su audacia en los enfrentamientos con las fuerzas del orden, haciendo también gala de una mezcla de heroísmo, temeridad, y hasta ingenuidad en cada una de sus acciones. Pero también están los que se distinguieron por ser poseedores de una astucia y sagacidad no concebidas en un delincuente por aquellos días, que con sorprendente planificación supieron llevar adelante y con éxito procedimientos innovadores que les permitieron alzarse con cifras apreciables de dinero en cada operación, y mantener una prolongada trayectoria en el camino delictivo. Dentro de esta última categoría, corresponde insertar a bandidos que conmocionaron a todo un país por la espectacularidad de sus asaltos y secuestros, y también por la novelesca imagen que se tejió en torno a ellos debido a sus supuestas acciones benefactoras en favor de las clases más desposeídas.
    Estos personajes, a los que cierta literatura asignó el nombre de
 "bandoleros románticos" (19) al endilgarles una función de justicieros sociales, pusieron en tensión al sistema de seguridad territoriano público y privado, demostrando su vulnerabilidad al burlarlo sistemáticamente en cada operación y en cada fuga. Fueron además los arquetipos idolatrados para una buena cantidad de novicios que se iniciaron en la vida marginal, y más que nada, fueron los causantes de que sobre finales de los años treinta, el Chaco fuese catalogado como "La zona menos segura del país" . Estos célebres bandoleros entre los que pueden mencionarse a Segundo David Peralta, Eusebio Zamacola, Pascual Miño, Juan Bairoletto -que también actuó en estas tierras-, Malatesta, Ovidio Lezcano, "Cabo" Benítez, Ismael García y muchos otros de menor jerarquía, ejecutaron los asaltos y secuestros más sonados en el país de aquellos años, y con estas acciones obligarían finalmente a los poderes centrales a repensar el aparato de seguridad para los Territorios Nacionales.(20)

miércoles, 18 de julio de 2012

Milicias, delito y control estatal en el Chaco (1884-1940) - Parte I

Agradecemos al Último Payaguá, Raúl Villarruel, por tan importante aporte,  éste artículo cuya primera parte publicamos hoy.
El período que abarca nos presenta el teatro, sus circunstancias y condiciones...en que las Tropas de Línea y la Gendarmería Nacional, nacida en 1938 con rasgos que, no sin esfuerzo, conserva hasta hoy, cumplieron cabalmente la misión  fijada.
Las Instituciones, incluyendo las del "sector público", poseen características y atributos que constituyen la esencia, su propia naturaleza distintiva. Y la Gendarmería Nacional se caracteriza por los valores y tradición que todos los Gendarmes conocemos, y aunque no son motivo de éste artículo sí es oportuno asumirlos una vez más.
Las Instituciones, inexorablemente deben adaptarse a los tiempos que se viven, deben modernizarse... para dar respuesta apropiada a los requerimientos de la sociedad.
La lectura de éstos importantes artículos, publicados con prolijo rigor intelectual y social, podrán contribuir a cimentar la vigencia de nuestra querida Gendarmería Nacional.

Milicias, delito y control estatal en el Chaco (1884-1940)
Oscar Ernesto Mari
CONICET-Universidad Nacional del Nordeste
omari@bib.unne.edu.ar
Resumen
Durante la primera mitad del siglo XX el Territorio Nacional del Chaco fue escenario de importantes transformaciones en su faz económica y social. A raíz del auge en la explotación forestal, y luego en el cultivo del algodón, esta jurisdicción se convirtió en una de las regiones de mayor prosperidad y crecimiento demográfico en el ámbito nacional.Sin embargo, estas mismas peculiaridades fueron las que paradójicamente propiciaron la germinación de una problemática sostenida en el tiempo: la inseguridad en el ámbito rural.Dicha problemática, su relación con las modalidades productivas de este Territorio, y las soluciones que se ofrecieron en distintas etapas, habrán de ser analizadas en el presente trabajo.
Palabras clave: Chaco-delito rural- políticas de seguridad
Abstract
During first half del century XX the National Territory del Chaco was scene of important transformations in its economic and social face. As a result of the height in the logging, and soon in the culture of the cotton, this jurisdiction became one of the regions of greater prosperity and population increase in the national scope. Nevertheless, these same peculiarities were those that paradoxically caused the maintained germination of a problematic one in the time: the insecurity in the rural scope. This problematic, its relation with the productive modalities of this Territory, and the solutions that were offered in different stages, will the present have to be analyzed in this paper. 

Key words:Chaco-rural crime-political of security
1. Introducción
    Las cuestiones referidas a los Territorios Nacionales de la Argentina han dejado al descubierto la existencia de problemas comunes y constantes en cada uno de estos distritos a partir de su organización en 1884 y durante el tiempo que permanecieron bajo la tutela nacional. La literatura existente ha dado cuenta en varios trabajos, acerca de la problemática social que por distintas razones afectó la vida de los pioneros de estas lejanas jurisdicciones creadas con el fin de ocupar el espacio y consolidar las fronteras interiores. Éstas, institucionalizadas bajo un régimen político casi enteramente dependiente de los poderes centrales, sin autonomía ni presupuesto, padecieron en buena medida los problemas propios de las sociedades en proceso de formación, agravados por la ineficacia del Estado en la atención de sus necesidades. Las carencias en materia de infraestructura edilicia, comunicación, transportes, seguridad, educación, justicia, sanidad y administración en general fueron casi la regla en estas comarcas periféricas. La excesiva centralización en la toma de decisiones, y por lo mismo, el deficiente control estatal, mantuvo a los habitantes de estas comunidades en una condición de minoridad jurídica en relación con sus connacionales, lo cual se evidenció en la imposibilidad del ejercicio de sus derechos cívicos en el ámbito nacional, como también en la limitada intervención en el control de gestión de instituciones públicas o privadas establecidas en ellas.
    Este estado de inferioridad prolongó por largo tiempo la resolución satisfactoria de problemas afligentes en la vida de los territorianos: la distribución de la tierra en áreas destinadas a la colonización, la inseguridad, la carencia de legislación en diversas materias, la ausencia de mediación en los conflictos sociales, la ambigua jurisdicción de las autoridades residentes (jueces letrados o gobernadores), o peor aún, la arbitrariedad, incompetencia o venalidad de estos funcionarios y sus colaboradores, nombrados en todos los casos por el Poder Ejecutivo Nacional.
    Tal desamparo se tradujo habitualmente en la agudización de los problemas o conflictos planteados debiendo, en los casos que adquirían cierta relevancia, intervenir el gobierno nacional, por lo general con políticas”duras” y casi siempre ante situaciones ya desbordadas. Los Territorios Nacionales fueron así, por distancia y/o por desatención estatal, pródigos en conflictos de naturaleza política o social, y también espacios propicios para el ejercicio de actividades delictivas, practicadas a veces sin clara distinción por marginales y funcionarios del estado. Respecto a esto último, el tema adquiere cierta complejidad y no puede limitárselo a una sola causa, ni tampoco caer en generalizaciones. Si bien la ausencia de control estatal provocó un estado de inseguridad jurídica y social en varios de estos distritos durante la mayor parte del tiempo en que fueron Territorios Nacionales, el “delito”, con todo lo que supone el concepto, revistió peculiaridades propias en cada caso, y se diferenció también cuantitativa y cualitativamente en cada uno de ellos.
    Precisamente, en este trabajo intentamos abordar la cuestión del delito rural en particular y de la inseguridad en general en uno de estos Territorios: El Chaco. La elección no es casual, como tampoco su acotación temporal, ya que este Territorio fue el ámbito representativo de esta problemática en la época anunciada, y a la sazón, fue también el sitio de ensayo de políticas de seguridad que se aplicarían luego en el resto de las regiones fronterizas del país.
    Los intentos de solución al problema adquirieron diversos matices a través del tiempo, plasmándose en proyectos, ensayos e iniciativas que en los mejores casos tuvieron una aplicación temporal o parcial, y en buena parte de ellos la imprevisión y descoordinación fueron la regla. En el caso de las autoridades centrales, el tratamiento del tema mereció una atención oscilante y discontinua durante la mayor parte de esta etapa; para los gobiernos locales en cambio, la seguridad fue la cuestión fundamental que debieron atender como parte de sus administraciones, y también fue en este ámbito donde tuvieron mayor ingerencia, dentro de sus limitados márgenes de acción.
    La situación se mantuvo relativamente indefinida durante más de tres décadas en las que se alternaron medidas coyunturales, sin llegar a adoptarse una organización de seguridad permanente y eficaz. Sin embargo, ello cambiaría radicalmente a finales de los años treinta a raíz del colapso del sistema en el Chaco, y de nuevas políticas dirigidas en consecuencia, a la resolución de esta problemática en éste y otros Territorios Nacionales.
2. Planteo del problema
    En 1917 se ordenó el repliegue de los últimos regimientos del Ejército que habían participado en la conquista del Chaco, con lo cual el Territorio quedó librado a la protección y control de sus propios mecanismos de seguridad. Esta decisión se tomó sobre el supuesto de que la problemática indígena ya se hallaba resuelta, por lo cual no eran previsibles malones, y por tanto la seguridad de la gobernación podría ser atendida con sus propios recursos.
    Sin embargo, es suficientemente conocido el proceso de repoblamiento que se inicia en el Chaco cuatro años más tarde. El auge algodonero, la creación de colonias agrícolas y la incorporación de una nueva masa inmigratoria alteraron sustancialmente la fisonomía económico-social del Territorio, y con ello, la estructura administrativa y de servicios diseñada para una época anterior, quedaría lejos de satisfacer los requerimientos de esta nueva realidad. Las deficiencias se evidenciaron con particular nitidez en la cobertura de seguridad, sobretodo en el interior del Territorio, donde no se alcanzó a garantizar adecuadamente el resguardo de vidas y bienes.
    Resulta interesante preguntarse, entonces, cuáles fueron los problemas sustantivos del momento en este asunto, qué dimensión real tuvieron; cuáles fueron sus causas y en qué contexto se produjeron. Si se parte del concepto aceptado que la delincuencia o el conflicto social suelen ser productos de la marginación, la desocupación, o las crisis económicas de un determinado momento ¿por qué el Chaco continuaba siendo considerado como “la zona menos segura del país” en el mismo tiempo en que se posicionaba como una de las jurisdicciones más prósperas de la Argentina y no había mayores problemas de desocupación? ¿Cuáles eran, entonces, los factores que propiciaban altos índices de criminalidad en el ámbito rural, cuando precisamente allí se gestaba la riqueza que dio presencia nacional a este Territorio? ¿Existía una situación de conflicto social, y ésta a su vez tenía relación con el delito, o los problemas de inseguridad eran producto del entorno, la indolencia o desidia gubernamental en el manejo de la cuestión?
    Para responder a estos interrogantes se hace necesario brindar una explicación precisa acerca de cómo funcionaba el esquema de seguridad territoriano en sus etapas iniciales; consignar su evolución y funcionamiento a lo largo del tiempo; tipificar las distintas modalidades delictivas, y evaluar las reacciones y respuestas que respecto al tema tuvieron los poderes centrales, los gobiernos locales, e incluso, las fuerzas vivas o entidades privadas de este ámbito.
3. El escenario y la estructura de seguridad territoriana .

    En los tiempos previos a la vigencia de la ley de organización de Territorios Nacionales, por imperio de la necesidad se habían autorizado en diversas ocasiones la constitución de distintos cuerpos de Gendarmería que no tuvieron tareas bien definidas, pero que de alguna manera asumieron funciones policiales en esta región, complementando de esta forma las tareas llevadas a cabo por el Ejército de campaña.
    Sancionada la ley 1532, se estableció en su artículo séptimo que el gobernador se constituía como comandante en jefe de la Gendarmería y Guardia Nacional, y que debía colocar en cada distrito un comisario de policía con su correspondiente dotación, además de distribuir la fuerza y prestar auxilio a los jueces letrados y de paz.(1) Basándose en esto, el Gobernador Manuel Obligado decidió la creación de la Policía del Chaco y propuso una lista de siete funcionarios de jerarquía que integrarían la cúpula de la Institución. Tanto a él como a sus sucesores les cupo la difícil tarea de organizar una institución de orden público, casi sin recursos presupuestarios, y con la absoluta inexistencia -al menos en los primeros años- de códigos o estatutos que normaran su desenvolvimiento. (2) El Chaco no dispuso de una legislación general adecuada a la zona hasta 1894, año en que se aprobó e implementó el Código Rural para los Territorios Nacionales, y aún con su puesta en práctica, dejó sin tipificar algunos delitos. Hasta esa fecha, los gobernadores y los jueces debieron apelar a los códigos de la provincia de Corrientes y Santa Fe para dirimir algunas cuestiones puntuales, adoptándose finalmente el de ésta última en 1886, por ser el que mejor se adaptaba a las características de este Territorio.
    La falta de recursos para la policía chaqueña fue un problema subsistente en el tiempo, que si bien no se diferenció de lo que ocurría en otros Territorios Nacionales, se evidenciaron aquí con mayor notoriedad porque el Chaco estuvo siempre sujeto a bruscos cambios demográficos debido a las características de su producción económica, ya sea por los movimientos estacionales de jornaleros o cosecheros, o por la afluencia de inmigrantes de otros países. La actividad forestal atrajo durante su ciclo de auge a numerosos contingentes de labradores correntinos, santiagueños y paraguayos, y bajo el ciclo algodonero, la afluencia fue aún mayor. Además de sextuplicarse la población en apenas veinte años (60.500 habitantes en 1920, y 360.000 en 1940), el “tránsito” humano marcó para 1934, 1935 y 1936, en 122.000; 165.000, y 299.000 respectivamente y en números redondos, las cifras de pasajeros –principalmente braceros- ingresados y salidos en el Territorio. La consecuencia casi lógica fue que la fuerza policial estuvo siempre retrasada en proporción al número de habitantes, y en algunos períodos, no logró imponer un orden mínimo en situaciones de conflicto social.
    La acción policial se veía afectada además por la misma geografía del Territorio, cuya intrincada vegetación facilitaba la comisión y permanencia de ciertos delitos como el abigeato por ejemplo, y desde luego, a la hora de la persecución de un delincuente, no era lo mismo hacerlo en leguas de campo abierto como en los Territorios del sur, que en los cerrados montes chaqueños.
    La falta de respaldo a la Institución policial persistió durante la mayor parte de la época en que el Chaco conservó su carácter de Territorio Nacional, pero fue particularmente aguda durante el tiempo en que permaneció el Ejército en la región. Y puede suponerse que esta situación tenía justificativos para las autoridades nacionales, porque al Ejército le estaban encomendadas tareas que excedían el ámbito exclusivamente militar y pudo haberse considerado que la sola presencia de tropas en puestos fronterizos bastaría para disuadir la comisión de delitos en áreas que se encontraban fuera de su alcance. Por otra parte, las partidas presupuestarias insuficientes incidieron proporcionalmente en la calidad del cuerpo policial.
    Durante buena parte del período territoriano, el personal subalterno era seleccionado sin que hubiera ninguna formación previa para la admisión. Sólo había que poseer y poder mantener una cabalgadura y en lo posible ser conocedor de la zona. Tampoco existían códigos de procedimientos que normaran adecuadamente sus actuaciones. (3) La mayoría de los agentes provenía de las clases sociales más bajas, ya que los exiguos sueldos no eran tentadores para querer convertirse en policía. Inclusive, hasta los mismos gobernadores en las ocasiones en que solicitaron la conformación de cuerpos de Gendarmería, sugerían que el personal de tropa se reclutara entre los jornaleros desocupados de los obrajes, aliviándose de ese modo las crisis ocupacionales del momento. Desde el poder político tampoco se alentaba la calidad de la seguridad; por el contrario, se procuraba ejercer el control social con poco costo y desactivar los potenciales conflictos a través del empleo precario.
    En el caso del personal jerárquico, la insuficiencia de funcionarios trató de atenuarse nombrando a comisarios, subcomisarios e inspectores ad-honorem, una costumbre que comenzó a desarrollarse durante la gestión del gobernador Antonio Dónovan (1887-1893), quien preocupado por mejorar el servicio de policía ofrecía éstos cargos a personas solventes y con intereses en sus respectivas zonas de residencia, en donde ejercerían su función. En este caso, el único compromiso del Estado era proveerlos de buenas cabalgaduras. De esto se desprende que durante muchos años la institución policial del Territorio no tuvo el espíritu de cuerpo que es imprescindible en toda fuerza de orden, ni la preparación, estabilidad y escalafón adecuados para lograr un eficaz funcionamiento, determinando que la misma no estuviera bien conceptuada entre la población durante prolongados períodos de la época territoriana. En los documentos oficiales se han observado numerosos sumarios, suspensiones y cesantías contra policías, los cuales tienen correspondencia con la cantidad de quejas y denuncias de vecinos por el mal proceder de agentes y funcionarios, por abusos de autoridad o participación de éstos en delitos como el cuatrerismo en las zonas rurales.(4)
    Sin duda, la desidia que demostraba la policía por aquellos años, se veía influenciada además por la inestabilidad del personal en sus funciones. Tanto agentes como personal jerárquico no disponían de una relación de dependencia regular con la institución, dando lugar a que no fuesen necesarias faltas disciplinarias para cesantear, suspender o degradar a un policía. Muchas veces para ello sólo bastaba argumentarse
 "razones presupuestarias" .(5) Por otra parte, a los agentes que sufrían de alguna enfermedad, se los dejaba fuera de servicio "por estar imposibilitados de prestar funciones" , sin otorgárseles ningún tipo de asistencia estatal. Los lesionados en actos de servicio, tampoco tenían protección o beneficios si es que quedaban impedidos, y en caso de muerte, la familia del afectado debía tramitar por años una pensión que pocas veces llegaba.(6)
    Esta situación se mantendría con pocas variantes hasta la sanción del Estatuto Orgánico de la Policía de Territorios en 1946, en el que al tiempo que se confirió una jerarquía acorde a una institución de este tipo, se corrigieron también buena parte de las falencias señaladas.(7) De manera entonces que, en la deficiente legislación, número e instrucción de la fuerza policial, así como también en las peculiares características geográficas, productivas y demográficas de esta jurisdicción, pueden hallarse a priori algunas de las causas principales de los problemas de seguridad que aquejaron al Chaco durante buena parte de la etapa en que fue Territorio Nacional.