Un saludo inicial...

¡Queridos camaradas y amigos...!!!


Poco menos que adolescentes, percepciones y paridad en la visión de la sociedad, y con el impulso de la vocación de servicio, cual conexión espiritual, nos llevó a las puertas de la Escuela de Gendarmería.


Allí nos conocimos, allí compartimos la alegría de la vida responsable, severa mas recta y capáz de edificar y cimentar la condición y la conducta, que a la postre nos constituiría en Oficiales de Gendarmería Nacional.

Cuando el ideal -que jovenes nos llevó a presentarnos- y la realidad (50 años vividos) se realizan, es porque un Ser Superior los entrelaza.


Este espacio será el ámbito donde podremos revivir en plenitud nuestra personalidad de Gendarme Argentino, donde podremos expresarnos y vivificar nuestra sangre, rememorando las vivencias que atesoramos en la memoria.


Este saludo es proposición y llamado y -es probable-que el sosiego, la serenidad que brindan los años vividos nos permitan poner a la vista reflexiones oficiosas y prácticas, o quizás de interés...



¡Marchamos a los 50 años...!!!



"RECORDAR ES EL ARTE NO SOLO DE RETENER LO GOZADO, SINO DE RECREARLO CADA VEZ MÁS PURO..."
(Hermann Hesse)

Sylvie Vartan - Si je chante...

Imágenes de la Promoción XXI - Gendarmería Nacional

Curupaytí

martes, 10 de julio de 2012

UNA VEINTENA DE RELATOS FORTINEROS por Nestor Golpe


LOROS CON ARROZ

Nos encontrábamos en las postrimerías del año 1934. El calor era sofocante y sin lugar a dudas las altas marcas termométricas, nos hacían sufrir días y noches vergonzantes. Yo me encontraba desde no hacía mucho, al mando de la Gran Guardia Cabo 1Q Angel Lugones, valiente suboficial que había sido asesinado por los indios pilagás en el año 1919. En su recuerdo, el asiento del ler. escuadrón del Regimiento de Gendarmería de Línea había recibido su nombre, el que aún se conserva en las cartas de guarnición de esa región formoseña.
Siendo aproximadamente las 13.30 horas, el Sargento 10 Salto, encargado del escuadrón, solicitó autorización para verme en mi alojamiento. Concedida la misma me comunicó que había llegado a la guardia fortinera mi Jefe acompañado por cuatro civiles.
De inmedi
ato y previo colocarme mis armas, salí para recibir al Jefe y comisión a sus órdenes.
Se trataba de una comisión topográfica, al mando del Teniente Coronel Don Baldomero Biedma, el topógrafo señor Fay y tres ayudantes topógrafos, todos pertenecientes al Instituto Geográfico Militar, los nombres de los ayudantes de topografía ya no los recuerdo.
Era el Teniente Coronel Biedma, todo un soldado, observador militar, piloto militar, geodesta, topógrafo y astrónomo, en síntesis un verdadero hombre de ciencia. Yo había tenido el honor de conocerlo, pues él y su familia vivían entre Villa Devoto y Villa del Parque, a pocas cuadras de mi casa paterna. El y mi padre, el Teniente Coronel de Caballería, Expedicionario al Desierto, Don Néstor Golpe, eran amigos y yo siendo subteniente, había tenido el honor de gozar de sus academias, en amistosas conversaciones que él, galantemente me brindaba en pocas oportunidades. Cual no sería mi satisfacción al volverlo a ver después de muchos años y tener el gusto de presentarme militarmente, ofreciéndole mis servicios y poniendo a sus órdenes la unidad que tenía el orgullo de comandar, a tantas y tantas leguas de la verdadera civilización.
Después de un pequeño cambio de palabras, en relación a su misión, el Teniente Coronel Biedma que era todo un criollo de ley, sin protocolo alguno me confesó que no habían almorzado y que sólo habían ingerido a las 7 de la mañana un poco de café caliente.
Fue en ese instante que se me presentó el problema, nosotros habíamos comido nuestro rancho a las 11.30 horas y no teníamos nada que ofrecer, pues los carros de aprovisionamiento estaban por llegar y nuestras provisiones escaseaban y se encontraban seriamente racionadas. Demás está decir, que un buen soldado fortinero jamás debe tener un problema y si este se presenta en el acto le debe encontrar solución, y así fue, llamé al soldado voluntario cocinero
Narvaez y haci
éndole una seña que comprendió de  inmediato, le dije, tome mi escopeta del 16 y diez cartuchos y dentro de una hora deberá usted presentar el almuerzo a estos caballeros.
La orden era clara y sencilla, mi cocinero tomó la posición militar, saludó ysin chistar siquiera salió a cumplirla. De inmediato invite a mIs visitantes a pasar a mi rancho casino, donde los invité con una copita d.e caña paraguaya, iniciándose una rápida y entretenida conversación, con la que yo quería dar tiempo al cocinero Narvaez, para que fehacientemente sus habilidades en el arte culinario, del que él hacía gala, diciendo que era un as.
Muy poco tiempo había transcurrido, cuando empezaron a
oirse detonaciones, que yo bien conocía, a la par que un soldado recargado que observaba muy buena conducta y al que el cocinero Narvaez había instruido como mozo para servirme la mesa, llenaba estos menesteres en silencio y con rapidez. Faltaban unos pocos minutos para cumplirse el tiempo de una hora, que yo había concedido a Narvaez, cuando éste entró, tomó la posición militar y dijo muy suelto de cuerpo: Mi Teniente Coronel, mi Teniente 1Q, el almuerzo ya será servido. Todos ocupamos nuestro lugar, en la cabecera el Jefe visitante y yo a su derecha. Entró Narvaez con un fuentón enorme y dijo: Aves con arroz, empezando a servir a la cabecera, yo no comí pues ya lo había hecho, los demás fueron también servidos a su turno y Narvaez lo hacía como si fuera él un experto mozo del Plaza Hotel de Buenos Aires

El Jefe visitante y sus compañeros de comisn, comieron con admirable apetito, felicitando a Narvaez por tan buen almuerzo. Al terminar e! mismo, sirvió dulce de membrillo; de donde lo sacó nunca lo supe, y al finalizar sirvió una infusión que él llamaba un bajativo, era simplemente un té de hojas de naranjo.
Yo, ardía en deseos por preguntar al cocinero Narvaez de qué se componía el guisado que había confeccionado y así lo hice delante de mis visitantes. Narvaez sin inmutarse y siempre en correcta posición militar dijo: .Mi Teniente 1ro el guiso era de loros con arroz.
Demás e
stá decir que todos se echarron a reir y e! topógrafo Fay,
con incredulidad, dudó de la palabra de! cocinero, e! que sin ofenderse se retiró y volviendo con una gran bandeja de madera, la presentó con catorce cabezas de loros, guillotinados por él en la cocina fortinera. Mis visitantes se quedaron un rato mirando las cabezas de los loros, luego se miraron entre ellos y todos estuvieron acordes en confesar, que el guiso era buenísimo. El Teniente Coronel Biedma, me pidió que recomendara el ascenso del Cocinero Narvaez a cabo, así lo hice y al mes y medio Narvaez lucía las doradas ginetas de cabo.
Diez años después, 1944, un crudo invierno nos brindaba en la Capital Federal gripes y resfríos a granel. Un amigo mío, de la ciudad de Avellaneda, me visitó con un joven, buen mozo, bien plantado, despejado, de mirada inteligente e inquieta, era su único hijo. El muchacho tenía profesión, era un buen dibujante lineal, su único y muy honesto deseo, recibirse de topógrafo rnilitar. El padre, mi amigo, deseaba que yo lo guiara y ayudara en el cumplimiento total de sus deseos y vocación. Jamás me he negado a apoyar con la mayor firmeza e interés a un joven con aspiraciones razonables y honestas, causa por la cual recordé de inmediato que el antiguo jefe visitante de mi Gran Guardia, Teniente Coronel Baldomero Biedma, había llegado ya a lucir las palmas de oro del generalato, máxima ambición de un verdadero soldado profesional. Y además, se desempeñaba en el alto puesto de Director del Instituto Geográfico Militar, casualmente, crisol de donde, después de un estudio de dos años, egresan los verdaderos topógrafos militares.
Así fue que, en compañía del joven aspirante, una mañana fría el mes de julio de 1944, me presenté en Palermo, a la Dirección del Instituto Geográfico Militar. Por la ayudantía, pasé mi tarjeta al Director General de Brigada Don Baldomero Biedma. En el acto pasé a su presencia. Me abrazó con afecto y me preguntó en qué podía servirme. Aunque yo vestía ropas de paisano, pues me había retirado del servicio ya hacía dos años, tomé la posición militar y contesté con voz clara, mi General, vengo a cobrar a Ud. el guiso de loros con arroz, que le brindé como almuerzo, en mi Comando de Gran Guardia, hace diez años. Sin dilación alguna, el General contestó, "pago mi distinguido Capitán". Era don Baldomero Biedm todo un general y un verdadero criollo de ley. Pocos días después, el joven que yo le presenté, formaba parte de las listas de revista de los empleados del Instituto Geográfico Militar y al finalizar el año 1946 se había recibido con excelentes calificaciones, de topógrafo militar.

Este relato fue escrito por un oficial de la Gendarmería de Línea y permite, por lo menos para los oficiales de la Gendarmería Nacional que conocieron esas viejas subunidades como "Lugones", "Soledad", entre otras encontrar elementos comunes de la vida en campaña.
Los tiempos son otros...Sin embargo la "...esencia..." está vigente. Es ese espíritu, que hemos incorporado desde los primeros pasos en la Fuerza y  es el soporte que ha llevado a la Institución a superar con firmeza incomprensiones de mandos extrainstitucionales, cuando no de liso y llano maltrato.


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