"Siempre me pareció que el túnel se iba a terminar cuando el sapo criara cola —folklorizó Eduardo Rubén Saibene, 26, un hijo, capataz de segunda—; con todos los atrasos que hubo no se podía esperar otra cosa. Los cambios de gobierno nos tuvieron a los tumbos; soportamos tantas sacudidas económicas como presidentes tuvo el país desde 1962 a la fecha ... y fueron unos cuantos, ¿no?" Precisamente, en febrero de ese año las tres firmas que integraron el consorcio constructor (Sailav S.A., Vianini S.p.A. y Hochtief AG) comenzaron a construir el primero de los 36 tubos de hormigón que conectarían por debajo del río Paraná a la capital santafesina con la entrerriana. Una solución a la incomunicación mesopotámica planeada dos años antes —el 15 de junio de 1960— por el Tratado interprovincial suscripto entre ambas provincias.
El sistema de iluminación es regulado por células fotoeléctricas y ha sido diseñado en función de tres sectores: a cielo abierto, zona de acostumbramiento a la luz artificial y área de iluminación integral. Para que el contraste lumínico no dañe la visibilidad de los conductores se adoptó un sistema de reducción gradual de la luz diurna: consiste en un emparrillado de 87 metros, tendido sobre las rampas de acceso, cuya trama va oscureciendo la atmósfera paulatinamente hasta que la luminosidad coincide con la existente dentro del túnel.
"Naturalmente, el túnel no está eximido de los accidentes de tránsito habituales —advierte Fritz Matthiess, 40, tres hijos, ingeniero de Hochtief—. Pero estamos seguros de haber reducido los riesgos a niveles irrisorios. Con ese propósito hemos instalado cámaras de televisión (a 100 metros una de otra) para controlar la circulación y localizar cualquier obstáculo que la entorpezca. Las indicaciones a los conductores se trasmitirán a través de una red de semáforos y altoparlantes distribuidos a igual distancia que las cámaras de televisión. Todos estos dispositivos (junto con los equipos de detección y extinción de incendios, teléfonos, registradores de monóxido de carbono, controles de visibilidad y contadores de tránsito) se accionan y sincronizan desde una sala de comando ubicada junto al edificio de ventilación construido sobre la costa entrerriana.
El tránsito se desarrollará sobre dos trochas de unos cuatro metros cada una, las que permitirán una frecuencia de 1.250 vehículos por hora en cada dirección. El ferrocarril no ha sido marginado del proyecto: atendiendo una solicitud de Ferrocarriles del Estado, los diseñadores del túnel han previsto la instalación de rieles en el centro de la calzada; obviamente, el tránsito de convoyes ferroviarios obligará a suspender momentáneamente la circulación de automotores.
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cabina, en aquellos años "de ciencia ficción"
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La confesa fidelidad de algunos de sus empleados enorgullece tanto al consorcio constructor como saber que con este proyecto acaba de montar, por primera vez en el mundo, un túnel subfluvial sin desviar el curso del río. "El impetuoso caudal del Paraná —explicó el ingeniero Uphotf— nos causó infinidad de trastornos; especialmente en el dragado del lecho correspondiente a la ribera santafesina. La arena era demasiado fina y las paredes de la zanja, sometidas a la fuerte correntada, no se podían fijar. Además de los desmoronamientos, tuvimos bastantes dificultades con el trabajo de los buzos: la excesiva profundidad que se tuvo que alcanzar hasta encontrar suelo firme los sometía a grandes presiones, por lo que no podían permanecer bajo el agua más de una hora. Ello nos obligó a contratar hasta 15 buzos diarios."
La utilidad del túnel sepulta el rosario de infinitos inconvenientes que salpicaron su ejecución. Los 3.169 millones de pesos a que ascendía el presupuesto inicial de la obra se multiplicaron vertiginosamente. Cálculos extraoficiales estiman que el costo final ascendió a 22 mil millones. Un desembolso ínfimo si se consideran las consecuencias que desencadenará esta inversión. "El desequilibrio en la distribución geográfica del desarrollo mesopotámico es un fenómeno que será subsanado por el túnel —teorizó el ingeniero Ernesto Altgelt, 46, casado, uno de los responsables del proyecto—. La Mesopotamia se encuentra en un nivel económico tres veces inferior al del resto del país. El túnel cambiará radicalmente las cosas."
Tal vez el primer cambio detectable ya esté a la vista: las tierras del sur de Entre Ríos se encarecieron vertiginosamente desde 1962, coincidiendo con el comienzo de las obras del túnel. Las perspectivas que se abren son halagüeñas para todos los sectores, incluso para los turistas. Quizá los únicos perjudicados sean los balseros, cuyo trabajo cesará definitivamente la semana próxima. Es, quizás, el precio del progreso.
diciembre 1969
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